Continuamente estamos intentando aferrarnos a alguna
imagen sólida de nosotros mismos. Y luego, nos vemos en la necesidad de tener
que defender este concepto fijo en particular; Esa imagen ilusoria de nosotros
mismos, a la que le hemos conferido una identidad. En consecuencia, hay lucha y
confusión, hay pasión y agresión, y surgen todo tipo de conflictos. Desde el
punto de vista budista, el desarrollo de la verdadera espiritualidad consiste
en ir más allá de nuestra fijación básica, de ese aferramiento, de ese fuerte
agarre a algo concreto que llamamos ego.
Pocas veces nos adentramos en cosas
nuevas, que de verdad produzcan un cambio profundo en nuestra forma de ver y
percibir las cosas. No deseamos en el fondo, que nuestra manera de ser cambie
mucho, pues conforma la identidad de nuestro ego, o al menos aquella que el
mismo nos proporciona. Es el uniforme, el disfraz de nuestro ego lo que está en
juego. No queremos que nuestro modelo de pensamiento se vea amenazado por
razonamientos nuevos, distintos, aun cuando vemos que son correctos. Eso puede
crear trastornos transitorios de nuestra identidad; Momentos en los que nos
podemos sentir perdidos. Y sentirse perdidos, muchas veces hace que el ego
pierda el control, y eso no le gusta…
Nos obstinamos en mantener a toda
costa nuestra manera de pensar y desde ese prisma queremos luego analizar e
interpretar las circunstancias nuevas que la vida nos va planteando, sin querer
tomar conciencia de que es el modelo de pensamiento lo que hay que cambiar y no
lo que percibimos con la mente.
Es como leer un libro con unas gafas
tintadas de azul. Si no nos gusta el color de las páginas que percibimos,
cambiamos de libro en vez de cambiar de gafas o incluso desecharlas, que sería
lo ideal.
Si esta
metáfora la extrapolamos a la política, esas gafas serían –por poner un ejemplo-
del PP, que nos daría, por influencia, una ideología determinada. Con esas
gafas miraríamos cualquier propuesta o acción de otro partido y determinaríamos
que no son buenas, solo por el hecho que son de otro partido diferente al
nuestro. Si dejamos las gafas, podríamos ver que las ideas pueden ser buenas o
malas, independientemente del origen político de las mismas.
En alguna ocasión me he encontrado
con personas que, perdidas en sus creencias religiosas y su fe, se han acercado
al budismo, buscando respuestas. Pero lo han hecho bajo el prisma de la manera
de comprender las cosas que les venía del cristianismo, y así, hacían una
interpretación errónea de las enseñanzas budistas. No fueron capaces de
deshacerse de esa manera de interpretar las cosas y así, no había forma de
hacerles comprender el sentido de lo que querían aprender. Su modelo hermético
de pensamiento no les permitía ver con ojos nuevos lo que tenían delante y así
seguían inmersos en esa frustración de la búsqueda inútil. Abandonaban buscando
cualquier excusa, o bien seguían una práctica sesgada y errónea que no produce
obviamente resultados positivos. Eso, a su vez conduce a una interpretación
personalizada y ‘a la carta’ de las enseñanzas filosóficas no herméticas ni
dogmáticas (estas son más simples de asumir), y así nacen corrientes de
religiones que acaban siendo sectarias. Son segmentos o escisiones de formas o
sistemas religiosos que podrían ser perfectamente útiles, pero a los que hemos
desposeído de su valor intrínseco, de lo verdaderamente importante: su
contenido de fondo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario