jueves, 14 de febrero de 2013

La idea de uno mismo


      Continuamente estamos intentando aferrarnos a alguna imagen sólida de nosotros mismos. Y luego, nos vemos en la necesidad de tener que defender este concepto fijo en particular; Esa imagen ilusoria de nosotros mismos, a la que le hemos conferido una identidad. En consecuencia, hay lucha y confusión, hay pasión y agresión, y surgen todo tipo de conflictos. Desde el punto de vista budista, el desarrollo de la verdadera espiritualidad consiste en ir más allá de nuestra fijación básica, de ese aferramiento, de ese fuerte agarre a algo concreto que llamamos ego.

            Pocas veces nos adentramos en cosas nuevas, que de verdad produzcan un cambio profundo en nuestra forma de ver y percibir las cosas. No deseamos en el fondo, que nuestra manera de ser cambie mucho, pues conforma la identidad de nuestro ego, o al menos aquella que el mismo nos proporciona. Es el uniforme, el disfraz de nuestro ego lo que está en juego. No queremos que nuestro modelo de pensamiento se vea amenazado por razonamientos nuevos, distintos, aun cuando vemos que son correctos. Eso puede crear trastornos transitorios de nuestra identidad; Momentos en los que nos podemos sentir perdidos. Y sentirse perdidos, muchas veces hace que el ego pierda el control, y eso no le gusta…

            Nos obstinamos en mantener a toda costa nuestra manera de pensar y desde ese prisma queremos luego analizar e interpretar las circunstancias nuevas que la vida nos va planteando, sin querer tomar conciencia de que es el modelo de pensamiento lo que hay que cambiar y no lo que percibimos con la mente.
            Es como leer un libro con unas gafas tintadas de azul. Si no nos gusta el color de las páginas que percibimos, cambiamos de libro en vez de cambiar de gafas o incluso desecharlas, que sería lo ideal.

            Si esta metáfora la extrapolamos a la política, esas gafas serían –por poner un ejemplo- del PP, que nos daría, por influencia, una ideología determinada. Con esas gafas miraríamos cualquier propuesta o acción de otro partido y determinaríamos que no son buenas, solo por el hecho que son de otro partido diferente al nuestro. Si dejamos las gafas, podríamos ver que las ideas pueden ser buenas o malas, independientemente del origen político de las mismas.

            En alguna ocasión me he encontrado con personas que, perdidas en sus creencias religiosas y su fe, se han acercado al budismo, buscando respuestas. Pero lo han hecho bajo el prisma de la manera de comprender las cosas que les venía del cristianismo, y así, hacían una interpretación errónea de las enseñanzas budistas. No fueron capaces de deshacerse de esa manera de interpretar las cosas y así, no había forma de hacerles comprender el sentido de lo que querían aprender. Su modelo hermético de pensamiento no les permitía ver con ojos nuevos lo que tenían delante y así seguían inmersos en esa frustración de la búsqueda inútil. Abandonaban buscando cualquier excusa, o bien seguían una práctica sesgada y errónea que no produce obviamente resultados positivos. Eso, a su vez conduce a una interpretación personalizada y ‘a la carta’ de las enseñanzas filosóficas no herméticas ni dogmáticas (estas son más simples de asumir), y así nacen corrientes de religiones que acaban siendo sectarias. Son segmentos o escisiones de formas o sistemas religiosos que podrían ser perfectamente útiles, pero a los que hemos desposeído de su valor intrínseco, de lo verdaderamente importante: su contenido de fondo.

No hay comentarios: