1.
Cuando alguien lee algunas de
estas reflexiones – numeradas con un fin específico – cree que ese pensamiento
refleja el todo de lo que yo soy, de lo que yo pienso y siento, cuando no es
más que una de las piezas del puzzle de mi ser. Para comprender como soy,
debería leer todos los pensamientos y asi tener una idea generalizada de lo que
quiero expresar. Eso te proporciona una visión clara, completa del ser, y no
una idea fragmentada, una parte pequeña de nosotros mismos.
2.
Es el conjunto de todas estas
piezas, de todas estas reflexiones el que te proporciona una imagen real de
quien soy.
3.
Es análogo a la parábola budista
de Nagarjuna, que explica que ni la rueda, ni el tiro, ni la caja, ni los
radios son el carro en realidad. Este es el conjunto de todas esas partes.
4.
Como seres humanos, nuestra
identidad – aunque sea manifiestamente ilusoria – es el conjunto de un todo:
los brazos, el pelo, los ojos, los riñones, huesos, la pierna, los
pensamientos… todo eso conforma lo que somos… Pero ninguna de esas partes, por
si misma somos nosotros. Yo no soy mi brazo, ni mi cabeza ni mis ojos. Ni siquiera
soy las ideas que expreso en estas líneas, porque cada una de ellas está
escrita en tiempos distintos y en estados emocionales diferentes unos de otros.
5.
De ahí que, vestirme de una
manera determinada, no me confiere una identidad real. Ni que mi aspecto físico
sea la impronta real de lo que soy en mi totalidad. Siempre será una idea
fluctuante en el tiempo, que al igual que con el pensamiento y todo lo demás,
es impermanente.
6.
Es evidente que todas las cosas
son impermanentes, aunque nuestro ego se empeñe en señalar lo contrario. Lo
podemos vivir a cada momento, día a día. Podemos creer ilusoriamente que la
felicidad o la liberación del sufrimiento se consigue adquiriendo cosas,
satisfaciendo nuestros deseos, pero no podemos de ninguna manera evitar los
efectos de la vejez, la enfermedad y la separación de las cosas.
7.
Sea lo que sea lo que nos hace
disfrutar, no es perdurable en el tiempo, y nos resulta doloroso porque
queremos que dure para siempre. El sufrimiento pues, no puede evitarse con la
satisfacción de los deseos. Esta solución es solo pasajera e ilusoria y no es
en realidad una solución verdadera.
8.
Muchos de nosotros acabamos
intuyendo algo extraño, pero nuestro ego tratará por todos los medios de
acallarlo, de ocultarlo, de ignorarlo. Intentamos convencernos de que somos
felices, o de que por lo menos debemos ser felices porque en teoría se nos dice
que tenemos todas las cosas necesarias para serlo.
9.
Pero un susurro surge desde el
fondo de nuestro corazón y nos repite insistentemente “… pero no eres de verdad
feliz”. No nos gusta escuchar esa vocecita y nos tapamos los oídos en vano,
tratando de ahogar nuestras penas en quehaceres superficiales, tratando de
sofocar ese molesto pensamiento. Pero cuanto más lo tratemos de evitar, de
ocultar e ignorar, más profunda se hace la herida causada.
10. En
realidad, esa vocecita es la que nos está alertando de que debemos cambiar algo
en nuestra vida. Es una señal de alarma que nos altera de alguna forma. Y
deberíamos agradecer esa alteración pues es la que nos empuja a buscar algo más
elevado, una felicidad superior.
11. Y,
aunque no sepamos muy bien que buscamos o donde buscar, comenzamos la búsqueda.
Y si persistimos en esa búsqueda, al final entraremos en contacto con algo que,
podríamos definir como la espiritualidad.
12. Y
puede ser un símbolo, una reflexión, un libro, una frase que te habla, una
fotografía, una persona… Y cuando entras en contacto íntimo con ello,
independientemente de las circunstancias, responderemos al instante.
13. En
el fondo de tu corazón sientes e intuyes que eso es lo que habías estado
buscando todo el tiempo, incluso sin
saberlo…