viernes, 29 de agosto de 2014

Actitudes...

PENSAR EN POSITIVO…
            La experiencia de los años, el estudio del budismo y las circunstancias personales en las que me he movido, me han enseñado y mostrado como nuestro pensamiento y nuestras acciones crean la realidad en la que nos desenvolvemos todos. Seamos conscientes o no. Es un hecho fácilmente constatable por poco que ahondemos en la reflexión y observación de todos los fenómenos que nos rodean.
Un pensamiento repetitivo negativo conduce a una actitud también negativa y eso forma poco a poco el carácter de la persona, que se vuelve miedosa, aprehensiva, apática, desagradable, desconfiada, rencorosa, orgullosa, egoísta, introvertida y poco comunicativa social y afectivamente. Es decir, potenciamos todos los valores o defectos negativos del ser humano, lo que conduce indefectiblemente a la infelicidad más absoluta. Cuanto más nos habituemos a ésta actitud negativa, más acciones derivadas de ella surgirán en nuestro día a día. Nos habituamos a verlo todo negro, o como mucho gris y nuestras respuestas a cualquier estímulo externo, serán siempre defensivas, con cierto miedo incluso a estar contento, a disfrutar y a crear ilusión por cualquier cosa. Toda esa actitud tiene una “respuesta espejo”, es decir, que en realidad lo que percibimos es solo una mera interpretación de nuestra mente y los sentidos físicos (influenciados por el pensamiento) de los fenómenos externos. Así interpretamos continuamente como negativo cualquier hecho que ocurra en nuestro entorno, con independencia de su verdadera realidad no condicionada. Y lógicamente respondemos hacia lo que hemos interpretado desde nuestra percepción condicionada por nuestros pensamientos., lo que genera, casi siempre una respuesta también negativa.
Todo ello nos va alejando paulatinamente de la posibilidad de ver las cosas hermosas de la vida, de relacionarnos con ilusión y entrega con los demás. Y entonces comienza la segunda fase del problema –un problema que por supuesto no asumimos que pueda existir, porque todo es siempre “culpa” de los demás-, nuestra respuesta hacia el entorno, hacia todo lo que nos rodea. Esa sensación y convencimiento de que todo es siempre culpa de los demás y de que nosotros somos solo las víctimas de las circunstancias, nos conduce a pensar que nosotros estamos en lo correcto y de que no tenemos que cambiar nada. Es el mundo el que tiene que cambiar porque va mal. Se produce entonces una profunda quiebra entre la realidad que percibimos e interpretamos y nosotros, como si fuéramos entidades separadas. Y esto es un gran error, porque si nos instalamos en esa idea, es complicado encontrar luego una solución a ese conflicto interno que, tarde o temprano acabará por surgir a la superficie.
En esta segunda fase, será el propio entorno el que acabará percibiendo nuestra negatividad y eso conduce sin duda a cierto rechazo hacia nosotros. A percibirnos a su vez como algo o alguien desagradable, poco amable y sin mucho interés de relacionarnos con nosotros. A su vez percibiremos esa apatía hacia nosotros y la usaremos para justificar lo que pensábamos, que eran los demás y no tú el que propiciaba esa situación. Con ello estaremos además, alimentando nuestro ego y orgullo que se hará más fuerte en nuestro carácter. Y ese orgullo insano solo nos hará más fuertes en nuestro convencimiento de que somos nosotros los que tenemos siempre razón. Ese orgullo es el arquitecto de la muralla que luego construimos a nuestro alrededor con nuestras acciones. Y somos incapaces de abrir las puertas de esa muralla (el corazón) para dejar entrar la razón. Pensaremos desde ahí, que son los demás los que nos excluyen, los que no nos quieren o a los que no interesamos. De esta manera vamos perpetuando nuestro carácter agrio y amargado. Pero luego nos quejamos precisamente de cómo nos perciben los demás…
Y nos relacionamos así con la familia, con nuestros amigos, con nuestra pareja, con nuestros compañeros de trabajo o los jefes, con el que se cruza con el coche, con el vecino, con el que aparca mal, etc.… ¿De verdad todo está tan mal?... ¿Nos hemos preguntado que parte de responsabilidad tenemos nosotros en esas situaciones?... ¿O si de verdad son tan negativas como las percibimos?... seguramente que no…

Cuando comenzamos a darnos cuenta de esta realidad, la de que nuestra realidad la creamos nosotros mismos a través del pensamiento y sus consecuentes reacciones, algo empieza a cuestionarse en nuestra mente. ¿Hay posibilidad de cambiar eso?... Pues sí, sin duda podemos cambiar esa tendencia negativa y empezar a ver las cosas de otra manera. Podemos ser más positivos y crear un entorno también más positivo y amable. Igual que los pensamientos negativos crean malas vibraciones, el pensamiento en positivo las crea en positivo. Basta con que seamos capaces de aprender a ver las cosas tal y como son, para empezar a ver un profundo cambio en nuestro estado del ser, en nuestro nivel de felicidad.


Hoy elijo ser responsable de todo lo que me sucede. De lo bueno y de lo malo. Nadie tiene la culpa de mis desgracias, nadie se lleva el mérito de mis aciertos. Hago lo mejor que sé en cada momento, y sé que cuanto vivo hoy es el resultado de lo que pensaba antes. Me alegra saber que lo que elija pensar hoy, se manifestará mañana. Tengo el futuro en mis manos.
Si hay luz en el alma, habrá belleza en la persona; si hay belleza en la persona, habrá armonía en el hogar; si hay armonía en el hogar, habrá orden en la nación; si hay orden en la nación, habrá paz en el mundo. 

Proverbio chino