martes, 23 de septiembre de 2014

Leer…
Recuerdo cuando, hace ya algunos años en mi programa semanal de radio, tuvimos un especial dedicado a los libros y a la lectura en general. Fue un programa intenso y sorprendente en el que expuse la profunda importancia del hábito de la lectura. De esto hace ya unos 5 años…
Y hoy en día puedo constatar con cierta tristeza, cómo el habito de leer se ha ido perdiendo poco a poco, desplazado en parte por las nuevas tendencias tecnológicas. Cada día cuesta más encontrar a personas que de verdad aún leen libros. Y no me refiero a los que dicen leerlos, sino a los que no pasa un día en que no se sumerjan con pasión y entusiasmo en las páginas de algún libro, sea del género que sea.
Las librerías y las bibliotecas han cambiado su estrategia de ventas unas, y su real utilidad las otras. No se puede contra el avance voraz de las nuevas tendencias. Hay que innovarse o sucumbir ante este verdadero tsunami electrónico, que empuja a la gente a consumir productos sin tener que pensar demasiado. Ese es el problema de fondo… pensar…
Me hablaba hace unos días un alumno, -de los que piensan- de las excelencias de los libros electrónicos, cosa que me parece muy bien. Es algo que creo muy interesante y útil para los que, como yo, tiene ciertos problemas de visión, o los que suelen viajar con frecuencia.
Pero que quieren que les diga; Yo prefiero el tacto del papel, sentir el peso del libro, su peculiar olor –que creo dice mucho del libro- y la idea de tener que ser cuidadoso con su manejo. Puedo presumir de tener libros que llevan ya más de 40 años en mi poder… ¡y están nuevos! Tener un libro en las manos, no es lo mismo que leerlo en una tablet o un e-book de esos. Es como el sexo, que prefiero que sea real y no a través de una pantalla, o lo que llaman ahora cibersexo. Qué cosa más absurda, para mis cortas entendederas en ese campo…
Leer despierta sin duda alguna cierta curiosidad por conocer conceptos e ideas nuevas, por descubrir mundos paralelos, que están escondidos en nuestras mentes y de los que surgen los sueños. Leer despierta la imaginación, la creatividad y la capacidad de asociar ideas, así como desarrolla el sentido crítico. Leer es como disponer de una linterna que nos alumbra cierta oscuridad de conocimiento y nos ayuda sin duda a transitar por la vida con las ideas más claras y por el camino de un aspecto que creo también relevante, la sabiduría. La lectura tranquila, consciente y pausada conduce a un estado armónico del que lee. Son momentos de tranquilidad, de espacios llenos de cosas no-fisicas.
Alguien que no lee nunca nada –y no valen los diarios deportivos o la prensa rosa-, tiene mucha limitación en el desarrollo de su cognición sobre las cosas. Su vocabulario será pobre y limitado, contaminado además por los modismos del momento. Muchos se excusarán diciendo que ya leen mucho en el ordenador, sumergiéndose en internet, pero eso no es realmente leer, porque no se establecen los vínculos que he citado anteriormente; No hay una interacción entre el libro y el que lo lee. Porque el cuidar de esa especie de relación forma parte de la atención del ser humano. Forma parte del peculiar ritual de tener un libro entre las manos y pasar sus hojas.
Así, en ocasiones veo a niños que teniendo un libro entre sus manos, pasan las hojas sin cuidado, dejan caer el libro de cualquier manera y casi no son capaces de adentrarse en lo que están leyendo.
No creo que lleguemos jamás a lo que representa la película “Fahrenheit 451”, -del año 1966 creo recordar-, en la que se quemaban los libros, pero por desgracia, en el fondo sí que hay algo de eso cuando despreciamos sistemáticamente el hábito de leer, y sobre todo cuando no se fomenta en los más jóvenes. Sobre todo cuando creemos –y tratamos de convencer a los demás- de que los libros electrónicos son lo mismo o que estudiar y leer en la escuela en un ordenador es lo más progre…

Cuando veo esto y estas actitudes, recuerdo cuando, teniendo apenas 14 años, descubrí la pasión de leer con la novela de “Papillón”, de Henry Charriere…. A partir de ese libro, descubrí la maravillosa experiencia de vivir y recorrer mundos lejanos, sin salir de mi casa. Y desde entonces, no he dejado de leer ni un solo día de mi vida, cosa que despertó a su vez la necesidad de escribir, que no es otra cosa que la otra cara de la lectura.

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