martes, 7 de abril de 2015

Despertar…
“Maestro, quiero ser budista”, es una frase que en muchas ocasiones algunos alumnos y amigos me han dicho, y a la que seguía casi siempre la misma pregunta; “¿Qué tengo que hacer?”…
Mi respuesta casi siempre variaba en función de la percepción que tenía del interesado, aunque en el fondo era siempre la misma. Quizás variaba el matiz, la manera de explicarlo, el envoltorio de la respuesta. Pero el contenido de fondo, era siempre igual y no podía ser de otra manera.
Entiendo que hay muchas maneras de descubrir esa sensación de que hay algo que no va bien en nuestras vidas, de que falta alguna cosa, o que de pronto percibimos que somos infelices. Y entonces hay alguna circunstancia que nos despierta esa curiosidad por el camino budista. Descubrimos que algo nos atrae en mayor o menor medida de esa corriente filosófica o religión, como queramos entenderla.
Personalmente mi experiencia en este sentido es también un camino de descubrimiento de mí mismo, sin haber tenido muchas influencias externas. Y mi acercamiento al budismo fue gradual, como cuando, estando en un túnel, ves la luz al final y conforme vas caminando hacia ella, la oscuridad se va disipando, dando paso a la luz. Esa es la idea que tengo del camino budista que he elegido. Yo no tengo el recuerdo –quizás porque no exista esa experiencia- de decir “a partir de este momento, soy budista”. No, el proceso fue, como he comentado paulatino, lento y muy reflexionado.
Las razones de mi acercamiento al Dharma fueron muy diversas y fueron esas especiales circunstancias las que propiciaron mi interés. Con apenas 15 años, dejé atrás los miedos, tabúes y conflictos con la religión católica, la que desde pequeño me inculcaron. Rompí desde mi corazón con esa tradición religiosa y me sentí verdaderamente libre. Y ese momento de ruptura sí que lo recuerdo con nitidez.
A partir de ese momento fueron sucediéndose unas experiencias tras otras que finalmente me condujeron a comprender, a abrir los ojos y despertar mi conciencia a otra realidad. Y fue el libro de Hermann Hesse, “Siddharta” el que me descubrió este camino. Me sentí muy identificado con el personaje y sus vivencias y comencé a buscar mi propio camino. Sin maestros ni guías.
Y lo que he descubierto es que, lo más relevante del Dharma es que no es muy importante lo que aprendas de nuevo, sino tu propia capacidad de dejar cosas atrás, de desprenderte de malos hábitos que me hacían infeliz. En definitiva, de desaprender muchas cosas. Y conforme iba estudiando, metiéndome de lleno en el Dharma, adquiriendo compromiso conmigo mismo y con él, me iba sintiendo más libre, más feliz. Y lo mejor de todo: que no necesitaba ni templos, ni gurús ni nada. Todo estaba en mi interior.
Ese proceso no fue cuestión de pocos días, o semanas. Ni siquiera meses, sino que fue un proceso de cambio lento y muy extendido en el tiempo; De años. Un proceso de cambio que aun estoy experimentando, pues lo mismo que no puedo recordar el inicio exacto, tampoco puedo vislumbrar el horizonte de adónde me llevará esto. Simplemente estoy en el presente, en el ahora. El único momento realmente útil y verdadero.
Conocí maestros budistas en mi recorrido, de los que aprendí muchas cosas. Y algunos coincidían en comentarme que Buda y el Dharma en realidad ya estaban en mi interior y que lo que había hecho es descubrirlo, liberarlo, sacarlo fuera a la experiencia real de la vida. Era como alumbrar con una linterna o farol el camino por el que iba pisando, que antes me era invisible por la oscuridad. Mi caminar era el mismo, pero ahora ‘veía’ por donde caminaba. Esa era la sustancial diferencia.
Así pues, cuando me hacen esa pregunta, de cómo convertirse en budista, les recomiendo siempre que lean, busquen información, la estudien, experimenten y luego observen como se sienten. Ese sentimiento es el que les va a decir si son budistas o no, si ese puede ser su camino o quizás aun no. Luego ya estaré yo –u otros maestros- para ayudarles a dirigir sus pasos por el camino del Dharma.
Decirles a muchos que en realidad ya llevan dentro ese camino, puede llevar a confusión, pues requiere de cierta cognición para ser llevada a la práctica. Porque el budismo es un camino absolutamente de práctica, sin la cual, se quedaría en nada. Una práctica constante con uno mismo y sus circunstancias. Un camino de transformación hacia algo mejor que, además, incluye a todos los demás seres, sin distinción de raza, religión o sexo.
Así, mi respuesta está enfocada a indicarles el camino a seguir, a saber elegir sin condicionantes y aprender a aceptar las consecuencias de nuestras decisiones. Lo que pensemos y elijamos, determinará nuestra dirección del camino a seguir y eso nos puede llevar a vete a saber que experiencias.
Lo que si trato de explicar es lo que NO es un budista ni el camino adecuado a recorrer –que en muchos casos emprende el ego como guía- y que nos puede llevar a errores, frustraciones y desengaños. El budismo es un camino arduo, con obstáculos, que exige trabajo continuado y esfuerzo, y poco tiene que ver en realidad con la superficialidad de quienes, por portar una pulsera o un mala al cuello, ya se creen budistas. No es una moda, ni algo superficial, ni basta con llenar la casa con figuras y cuadros de Buda y poner incienso.
Y por último, les recomiendo un libro…. Siddharta, de Hermann Hesse. Cuando terminan de leerlo, muchos se sienten en el camino del Dharma.

Quizás han despertado, no lo sé… pero por lo menos ya habrán leído un libro.