jueves, 22 de octubre de 2015

“Matrix” – El caos de la mente
            Esta cinta cinematográfica tiene un extraño trasfondo, que a muchos pensadores les ha dado pie a identificar aspectos casi ocultos en su guión e imágenes. Ciertamente cuando observamos todo el contenido que tiene la película, podemos ver claramente alusiones a aspectos filosóficos escondidos tras las imágenes de acción.
            Yo, que la he visto ya en tres o cuatro ocasiones, puedo ver claramente las alusiones a la filosofía budista que el director y guionista dejaron en su obra. Toda la trama de la película no es otra cosa que una interpretación de la mente humana y sus estados de conciencia.
            Y es que vivimos en nuestra sociedad, una especie de matrix, donde la realidad de las cosas se ha trastocado tanto, que ya no acertamos a distinguir la ficción de la realidad. Hemos creado un caos de situaciones a todos los niveles imaginables. Vivimos inmersos en un profundo océano de las relaciones humanas, en el que nuestra mente se ha perdido hace tiempo, ayudada en ello por las nuevas tecnologías. Esa mente confusa y caótica, que ya no es capaz de encontrar espacios de paz y equilibrio, donde reflexionar sobre sí misma y su percepción de la realidad que la rodea. Una mente que se deja engañar, incluso voluntariamente, por sus percepciones, por su entorno interesado en controlarla.
            Hemos creado un mundo irreal, ilusorio en su forma independiente, en el que desarrollamos demasiadas relaciones con los demás y con nuestro entorno. Hemos llegado al paroxismo de pensar que eso es necesario para la vida, para estar ‘conectado’ con los demás. Incluso ya vendemos y compramos parcelas de ilusión y felicidad en ese lugar ilusorio denominado ciberespacio. Hemos creado dependencias sutiles que nos atan a emociones descontroladas y fuera de lugar y tiempo. Hemos perdido la capacidad de empatía, es decir, la capacidad de ponernos en la situación del otro. Hemos perdido la capacidad de relacionarnos en el cara a cara, donde las emociones son reales, pero que nuestros sentidos ya no están acostumbrados a interpretar correctamente. Se crean las falsas percepciones y en base a ellas nos movemos y reaccionamos, hablamos y amamos, odiamos y lloramos. Todo en un mundo irreal. Gobernado en cierta manera por la aplastante masificación y uso de las nuevas tecnologías de la comunicación, tales como ordenadores, iphone, teléfonos móviles, tablets, videoconsolas y demás aparatos electrónicos. A todos ellos les hemos cedido el control de nuestras vidas, la organización de nuestro tiempo. Y cuando hablo de ellos, lo hago solo como referencia al medio utilizado, porque en realidad somos nosotros mismos.
            Pero hemos perdido el control, muy a pesar de los que las defienden a ultranza afirmando que representan el progreso. También ellos están inmersos en esa dependencia nefasta. Viven en un sueño, alejados de la realidad de la vida. Viven inmersos en matrix.
Porque, aunque no podemos negar la utilidad de las nuevas tecnologías, no nos damos cuenta de que esa pretendida evolución solo ha sido externa, olvidándonos por completo de nuestra evolución interior, que no ha ido precisamente a la par. No hemos evolucionado emocionalmente lo suficiente como para controlar adecuadamente toda esta nueva tecnología electrónica.
            Y eso está destruyendo las capacidades humanas de sentir compasión, de ser consecuentes y en definitiva, de tener la capacidad de cognición introspectiva, desde donde en realidad debe surgir todo, incluida la realidad incondicionada. Porque solo desde una mente consciente y no dispersa, se tiene la capacidad de ver maxtrix como una ficción, en vez de estar inmersos inconscientemente en él.
            Tanta dependencia de estas nuevas tecnologías está restando espacios de libertad a los individuos –las dependencias son, en definitiva, una carencia de libertad- y les convierte en una suerte de borregos sociales.
            La capacidad de discernir el bien del mal, se ve seriamente trastocado, perdiendo de vista la delgada línea que separa estos dos conceptos. Y no solo eso, sino que se nos adiestra para que pensemos que lo que hacemos –o nos inducen sutilmente a hacer- es lo correcto y normal. Que todos los que no están en el sistema (Matrix) están equivocados y hasta se les margina o persigue directa o indirectamente. Vivir con estas dependencias es perder el tiempo en cosas inútiles para el crecimiento como ser humano. Es poner capas y mas capas opacas sobre nuestra luz interior, para que dejemos de brillar y veamos claramente nuestro camino. En vez de eso, aceptamos que nos vendan modernas linternas.
            Y es curiosamente en la más tierna infancia, cuando los cerebros de los niños se están desarrollando y están en la fase de aprendizaje más fértil, cuando se incide en que usen las nuevas tecnologías. Incluso desde estamentos oficiales de la educación se afirma que estudiar con ordenadores en los colegios es lo más progresista. Solo cinco años después se demuestra el estrepitoso fracaso de esa política y se abandona el proyecto, para sustituirlo por otro, más absurdo si  cabe. Ellos no pierden nada, por supuesto. Incluso han ganado… cambian la opinión pública, crenado una tendencia de opinión que está a favor de esta modernidad; Y de paso algunos se llenan los bolsillos.
            Y los niños los más desprotegidos, porque no tienen capacidad de decisión ni un conocimiento lógico acerca de estas cosas. Se les está privando en realidad de su capacidad de relacionarse adecuadamente con su entorno, y eso incluye obviamente las relaciones sociales. A esto se le llama educación emocional. Curiosamente hace unos años se escribía un libro, que fue best-seller mundial (Daniel Coleman) y del que todos hablaban, pero que de bien poco ha servido. Los niños siguen siendo dependientes cuando alcanzan cierta edad, sobretodo en la adolescencia, donde se agudiza el problema.
            Los niños –y todos en general- dejan de tener verdadera pasión por todo lo que hacen, pues su tiempo lo ocupan inmersos en sus dispositivos electrónicos. Desarrollan incapacidad empática, fomentan el egoísmo, el egocentrismo, la insolidaridad, la inconstancia, y un largo etc., que cualquier psicólogo podría corroborar con estudios clínicos y estadísticas.
            Todo lo que tenga atisbos de contener cierta disciplina, esfuerzo, paciencia y demás aspectos inherentes al desarrollo cognitivo del ser humano, es visto como un ataque o agravio hacia las libertades de cada individuo.
Esto lo veo en mi escuela, donde llevo más de treinta años enseñando algo esencial, que es la capacidad de desenvolverse por sí mismo del ser humano, utilizando como herramienta las artes marciales. Es decir; Mi trabajo no consiste solo en enseñar a dar patadas o a aprender a defenderse. Mi trabajo consiste en enseñar a aprender, a observar y a crecer. Y hoy en día se ven el efecto causado por estas dependencias de las que hablaba más arriba; La desidia por perseverar en lo que un día les gustaba. La pérdida de valores en las relaciones humanas, y el crecimiento de hábitos nocivos para la salud mental.

Todo ello mientras seguimos enchufados a una máquina a través de un cable (¿Les suena esto?) y miramos compulsivamente una pantalla, mientras soñamos que estamos despiertos y viviendo en un mundo de colores, mientras la vida real va pasando por nuestro lado… PURO MATRIX.

viernes, 16 de octubre de 2015

Hace unas semanas que vengo buscando algo que quisiera comprar  para hacer un regalo a una buena amiga, que se le estaba acabando. Lo busqué en todo tipo de establecimientos, grandes almacenes y pequeñas tiendas de barrio. En casi todos los sitios me decían que no tenían, o que, en el mejor de los casos, se les había acabado.
Probé en Internet, pero lo único que encontré, fue a mucha gente que trataba de venderlo, de alquilarlo, pero en realidad, eran un fraude. Estaban tan ocupados en venderlo que se les había escapado de las manos. Otros muchos lo perdían sin apenas darse cuenta en hacer cosas inútiles, sin sentidos. Hablé con psicólogos, tratando de comprender el porqué ocurría esto. Pero también ellos vendían y cobraban algo que no tenían para sí mismos. A los niños se lo robaban sin escrúpulos los mayores. Los filósofos lo perdían explicando lo que era; las prostitutas le ponían precio y los sacerdotes y clérigos te prometían todo lo que quisieras, siempre y cuando, eso si, que creyeras en ello y, que dejaras esta vida…
Algunos ni lo tenían para escucharme, otros decían tenerlo todo ocupado, por lo que tampoco lo tenían en realidad.
Puse un anuncio buscando horas de 90 minutos, días de 28 horas, y semanas de 12 días… alguien me llamó para regalarme una camisa blanca, de extrañas mangas muy largas…
Finalmente me di cuenta de que en realidad ni podía comprarlo, ni alquilarlo ni cederlo. Solo podía compartirlo. Eso haría con mi amiga, compartir mi tiempo con ella. Y me dí cuenta de que en el fondo, yo sí que tenía tiempo, y mucho. En realidad era muy rico, inmensamente millonario. Y es que, queridos amigos, tener tiempo para hacer cosas, compartir con los amigos o simplemente no hacer nada, es lo único que podemos tener. Es lo único que podemos decidir cómo gastarlo, aunque también podemos perderlo absurdamente en cosas sin sentido. Tener tiempo, nos hace verdaderamente ricos…
El tiempo, queridos amigos, es un espacio indefinible al que le hemos puesto vallas y puertas por las que entramos y salimos en nuestras vidas y sus circunstancias. Y eso sucede también en este espacio que, a pesar de durar solo una hora, a muchos les parecerá poco y a otros, quizá demasiado largo. ¿Cuál es, entonces la duración real de una hora de programa?... curioso, ¿verdad?


lunes, 5 de octubre de 2015

"Maestro, si todos los fenómenos, cosas y personas carecen de identidad y están vacíos, ¿Quiere decir que no existe nada?
- No, los fenómenos y las personas existen. Observa que yo estoy aquí y tu también estás aquí, escuchando. Por lo tanto se puede decir que existimos. La vacuidad no es lo mismo que el nihilismo. Las personas y los fenómenos están vacíos de nuestras proyecciones imaginarias sobre ellos. Carecen en realidad de lo que nuestras concepciones equivocadas les atribuyen. No existen como nos parece a nosotros ahora, pero sí existen. Es decir, no existen de forma independiente, pero sí de forma dependiente. Por ejemplo, alguien que lleva gafas de sol verá los árboles muy oscuros. Pero no existen árboles oscuros independientes, pero no podemos decir que no existen los árboles. Los árboles existen, solo que no existen como le parece a la persona que lleva las gafas. Esa es una realidad condicionada.