“Matrix” – El caos de la mente
Esta
cinta cinematográfica tiene un extraño trasfondo, que a muchos pensadores les
ha dado pie a identificar aspectos casi ocultos en su guión e imágenes.
Ciertamente cuando observamos todo el contenido que tiene la película, podemos
ver claramente alusiones a aspectos filosóficos escondidos tras las imágenes de
acción.
Yo,
que la he visto ya en tres o cuatro ocasiones, puedo ver claramente las
alusiones a la filosofía budista que el director y guionista dejaron en su
obra. Toda la trama de la película no es otra cosa que una interpretación de la
mente humana y sus estados de conciencia.
Y
es que vivimos en nuestra sociedad, una especie de matrix, donde la realidad de
las cosas se ha trastocado tanto, que ya no acertamos a distinguir la ficción
de la realidad. Hemos creado un caos de situaciones a todos los niveles
imaginables. Vivimos inmersos en un profundo océano de las relaciones humanas,
en el que nuestra mente se ha perdido hace tiempo, ayudada en ello por las
nuevas tecnologías. Esa mente confusa y caótica, que ya no es capaz de
encontrar espacios de paz y equilibrio, donde reflexionar sobre sí misma y su
percepción de la realidad que la rodea. Una mente que se deja engañar, incluso
voluntariamente, por sus percepciones, por su entorno interesado en
controlarla.
Hemos
creado un mundo irreal, ilusorio en su forma independiente, en el que
desarrollamos demasiadas relaciones con los demás y con nuestro entorno. Hemos
llegado al paroxismo de pensar que eso es necesario para la vida, para estar
‘conectado’ con los demás. Incluso ya vendemos y compramos parcelas de ilusión
y felicidad en ese lugar ilusorio denominado ciberespacio. Hemos creado
dependencias sutiles que nos atan a emociones descontroladas y fuera de lugar y
tiempo. Hemos perdido la capacidad de empatía, es decir, la capacidad de
ponernos en la situación del otro. Hemos perdido la capacidad de relacionarnos
en el cara a cara, donde las emociones son reales, pero que nuestros sentidos
ya no están acostumbrados a interpretar correctamente. Se crean las falsas
percepciones y en base a ellas nos movemos y reaccionamos, hablamos y amamos,
odiamos y lloramos. Todo en un mundo irreal. Gobernado en cierta manera por la
aplastante masificación y uso de las nuevas tecnologías de la comunicación,
tales como ordenadores, iphone, teléfonos móviles, tablets, videoconsolas y
demás aparatos electrónicos. A todos ellos les hemos cedido el control de
nuestras vidas, la organización de nuestro tiempo. Y cuando hablo de ellos, lo
hago solo como referencia al medio utilizado, porque en realidad somos nosotros
mismos.
Pero
hemos perdido el control, muy a pesar de los que las defienden a ultranza
afirmando que representan el progreso. También ellos están inmersos en esa dependencia
nefasta. Viven en un sueño, alejados de la realidad de la vida. Viven inmersos
en matrix.
Porque, aunque no podemos negar la
utilidad de las nuevas tecnologías, no nos damos cuenta de que esa pretendida
evolución solo ha sido externa, olvidándonos por completo de nuestra evolución
interior, que no ha ido precisamente a la par. No hemos evolucionado
emocionalmente lo suficiente como para controlar adecuadamente toda esta nueva
tecnología electrónica.
Y
eso está destruyendo las capacidades humanas de sentir compasión, de ser
consecuentes y en definitiva, de tener la capacidad de cognición introspectiva,
desde donde en realidad debe surgir todo, incluida la realidad incondicionada.
Porque solo desde una mente consciente y no dispersa, se tiene la capacidad de
ver maxtrix como una ficción, en vez de estar inmersos inconscientemente en él.
Tanta
dependencia de estas nuevas tecnologías está restando espacios de libertad a
los individuos –las dependencias son, en definitiva, una carencia de libertad-
y les convierte en una suerte de borregos sociales.
La
capacidad de discernir el bien del mal, se ve seriamente trastocado, perdiendo
de vista la delgada línea que separa estos dos conceptos. Y no solo eso, sino
que se nos adiestra para que pensemos que lo que hacemos –o nos inducen
sutilmente a hacer- es lo correcto y normal. Que todos los que no están en el
sistema (Matrix) están equivocados y hasta se les margina o persigue directa o
indirectamente. Vivir con estas dependencias es perder el tiempo en cosas
inútiles para el crecimiento como ser humano. Es poner capas y mas capas opacas
sobre nuestra luz interior, para que dejemos de brillar y veamos claramente
nuestro camino. En vez de eso, aceptamos que nos vendan modernas linternas.
Y
es curiosamente en la más tierna infancia, cuando los cerebros de los niños se
están desarrollando y están en la fase de aprendizaje más fértil, cuando se
incide en que usen las nuevas tecnologías. Incluso desde estamentos oficiales
de la educación se afirma que estudiar con ordenadores en los colegios es lo
más progresista. Solo cinco años después se demuestra el estrepitoso fracaso de
esa política y se abandona el proyecto, para sustituirlo por otro, más absurdo
si cabe. Ellos no pierden nada, por
supuesto. Incluso han ganado… cambian la opinión pública, crenado una tendencia
de opinión que está a favor de esta modernidad; Y de paso algunos se llenan los
bolsillos.
Y
los niños los más desprotegidos, porque no tienen capacidad de decisión ni un
conocimiento lógico acerca de estas cosas. Se les está privando en realidad de
su capacidad de relacionarse adecuadamente con su entorno, y eso incluye
obviamente las relaciones sociales. A esto se le llama educación emocional.
Curiosamente hace unos años se escribía un libro, que fue best-seller mundial
(Daniel Coleman) y del que todos hablaban, pero que de bien poco ha servido.
Los niños siguen siendo dependientes cuando alcanzan cierta edad, sobretodo en
la adolescencia, donde se agudiza el problema.
Los
niños –y todos en general- dejan de tener verdadera pasión por todo lo que
hacen, pues su tiempo lo ocupan inmersos en sus dispositivos electrónicos.
Desarrollan incapacidad empática, fomentan el egoísmo, el egocentrismo, la
insolidaridad, la inconstancia, y un largo etc., que cualquier psicólogo podría
corroborar con estudios clínicos y estadísticas.
Todo
lo que tenga atisbos de contener cierta disciplina, esfuerzo, paciencia y demás
aspectos inherentes al desarrollo cognitivo del ser humano, es visto como un
ataque o agravio hacia las libertades de cada individuo.
Esto lo veo
en mi escuela, donde llevo más de treinta años enseñando algo esencial, que es
la capacidad de desenvolverse por sí mismo del ser humano, utilizando como
herramienta las artes marciales. Es decir; Mi trabajo no consiste solo en enseñar
a dar patadas o a aprender a defenderse. Mi trabajo consiste en enseñar a
aprender, a observar y a crecer. Y hoy en día se ven el efecto causado por
estas dependencias de las que hablaba más arriba; La desidia por perseverar en
lo que un día les gustaba. La pérdida de valores en las relaciones humanas, y
el crecimiento de hábitos nocivos para la salud mental.
Todo ello
mientras seguimos enchufados a una máquina a través de un cable (¿Les suena
esto?) y miramos compulsivamente una pantalla, mientras soñamos que estamos
despiertos y viviendo en un mundo de colores, mientras la vida real va pasando
por nuestro lado… PURO MATRIX.