sábado, 24 de mayo de 2014

Reflexiones

LOS 14 PRECEPTOS DEL MAESTRO BUDISTA THICH NHAT HANH

Si intentaramos seguir estos consejos, otro mundo tendríamos, ¿no estáis de acuerdo? Meditar sobre ellos y ponerlos en práctica abre las puertas a la verdadera felicidad. Porque la verdadera felicidad es ver felices a los demás y compartir con ellos este sentimiento. El Budismo nos ofrece, desde la tolerancia como fundamento, unas enseñanzas magníficas para ayudarnos a vivir en plenitud.

1. No seas idólatra ni te ates a ninguna doctrina, teoría o ideología, incluso a las budistas. Todos los sistemas de pensamiento son medios de guía; no son la verdad absoluta.

2. No creas que el conocimiento que tienes en este momento es la verdad inmutable, absoluta. Evita ser de mentalidad estrecha y atarte a los puntos de vista presentes. Aprende y practica el desapego de los puntos de vista para estar abierto a recibir los puntos de vista de los demás. La verdad se encuentra en la vida y no meramente en el conocimiento conceptual. Prepárate para aprender a través de toda la vida y a observar la realidad en ti mismo y en el mundo en todo momento.

3. No fuerces a los demás, ni siquiera a los niños, por ningún medio en absoluto, a adoptar tus puntos de vista, ya sea por autoridad, amenaza, dinero, propaganda o incluso educación. Sin embargo, por medio del diálogo compasivo, ayuda a los demás a renunciar al fanatismo y la estrechez.

4. No evites el contacto con el sufrimiento ni cierres tus ojos ante el sufrimiento. No pierdas la conciencia de la existencia del sufrimiento en la vida del mundo. Encuentra maneras para estar con aquellos que están sufriendo por todos los medios, incluyendo el contacto personal y las visitas, imágenes, sonido. Por tales medios, despierta tú mismo y a los demás a la realidad del sufrimiento en el mundo.

5. No acumules riqueza mientras millones están hambrientos. No tomes como el objetivo de tu vida a la fama, el provecho, la riqueza o el placer sensual. Vive simplemente y comparte el tiempo, la energía y los recursos materiales con quienes están en necesidad.

6. No mantengas ira u odio. Tan pronto como surgen la ira y el odio, practica la meditación sobre la compasión para comprender profundamente a las personas que han causado ira y odio. Aprende a ver a los otros seres con los ojos de la compasión.

7. No te pierdas en la dispersión y en el ambiente que te rodea. Aprende a practicar la respiración para recuperar la compostura del cuerpo y la mente, para practicar la atención, y para desarrollar la concentración y la comprensión.

8. No pronuncies palabras que puedan crear discordia y causar ruptura en la comunidad. Haz todos los esfuerzos para reconciliar y resolver todos los conflictos, aunque sean pequeños.

9. No digas cosas falsas por el bien del interés personal o para impresionar a las personas. No pronuncies palabras que causen desviación y odio. No difundas noticias que no sabes si son ciertas. No critiques o condenes cosas de las que no estás seguro. Habla siempre verdadera y constructivamente. Ten el valor de hablar sobre situaciones de injusticia, aun cuando hacerlo pueda amenazar tu propia seguridad.

10. No uses a la comunidad Budista para ganancia o provecho personal, ni transformes tu comunidad en un partido político. Una comunidad religiosa debe, sin embargo, tomar una actitud clara contra la opresión y la injusticia, y debe esforzarse por cambiar la situación sin engancharse en conflictos partidarios.

11. No vivas con una vocación que sea dañina para los humanos y la naturaleza. No inviertas en compañías que priven a los demás de su oportunidad de vivir. Elige una vocación que ayude a realizar tu ideal de compasión.

12. No mates. No permitas que otros maten. Encuentra todos los medios posibles para proteger la vida y prevenir la guerra.

13. No poseas nada que debería pertenecer a los demás. Respeta la propiedad de los demás pero evita que los demás se enriquezcan con el sufrimiento humano o el sufrimiento de otros seres.

14. No maltrates a tu cuerpo. Aprende a manejarlo con respeto. No veas a tu cuerpo sólo como un instrumento. Preserva las energías vitales (sexual, respiración, espíritu) para la realización del Camino. La expresión sexual no debería ocurrir sin amor y compromiso. En las relaciones sexuales, sé consciente del sufrimiento futuro que pueda causarse. Para preservar la felicidad de los demás, respeta los derechos y compromisos de los demás. Sé plenamente consciente de la responsabilidad de traer nuevas vidas al mundo. Medita sobre el mundo al cual estás trayendo nuevos seres.

No creas que yo siento que sigo todos y cada uno de estos preceptos perfectamente. Sé que fallo de muchas maneras. Ninguno de nosotros puede cumplir plenamente cualquiera de ellos. Sin embargo, debo trabajar hacia una meta. Esta es mi meta. Ninguna palabra puede reemplazar a la práctica, sólo la práctica puede hacer a las palabras. ¿Lo intentamos?

Javier Akerman

miércoles, 14 de mayo de 2014

Observar…
Al igual que en este preciso momento estoy observando la pantalla inerte del ordenador, en muchas ocasiones me siento a observar el devenir de la vida cotidiana; Cómo anda la gente a mi alrededor, como sonríen, hablan, se relacionan, interactúan, me miran –o no-, pasan de largo, se enfadan o simplemente miran vacíos…
Me siento a observar el caer de una hoja del árbol, como un perro juega con su cola, siento la lluvia caer, a veces rápido, a veces como a cámara lenta. Observo con todos mis sentidos alertas, sin clasificar, sin decidir si me gusta o no lo que estoy observando.
No es necesario que esté físicamente sentado al observar todo esto; Es una actitud ante la vida, ante todo acontecimiento que me rodea a cada momento, en cada circunstancia.
Y en ese observar, descubro cosas que no son interpretaciones empíricas o caprichosas de mi mente egótica, sino un fiel reflejo de la percepción real de lo que me rodea. Sin interferencias de ningún tipo.
Y entonces comienzo a sentir desde el corazón, desde la conciencia misma que es lúcida de su propia existencia en ese vacío extraño. Y lo que siento se traduce en pensamientos que así se convierten en parte en mis propias emociones y reacciones respecto a lo percibido.
Desde esta comprensión profunda de la esencia de las cosas, comprendo situaciones, actos, reacciones y emociones de la gente que me rodea. Y veo muchas veces el grado de estupidez del ser humano, su profunda inconsciencia incluso de cuando tiene momentos de extrema lucidez.
Veo la incoherencia de las personas, de sus relaciones ilusorias basadas en conceptos y percepciones erróneas de su propia realidad, de aquella que inconscientemente han creado ellos mismos y en la que nadan de por vida.
Y veo la sinrazón de actos absurdos, que no resisten el más mínimo análisis racional, pero que defendemos como abogados corruptos del alma enferma. Actos que van acumulando rencores, resentimientos y odio; Que no aportan absolutamente nada para solucionar los problemas creados por nosotros mismos.
La absoluta falta de valores en nuestra sociedad occidental, cada vez más acelerada y superficial es el verdadero cáncer que está corrompiendo el alma del ser humano. Y es contagioso, al igual que la estupidez…
Y, paradójicamente defendemos nuestro estado del ser, contra viento y marea, contra toda razón y lógica, a pesar de que en el fondo sabemos lo equivocados que estamos. Y seguimos enfadados con el mundo, con nosotros…
Y entonces, muchas veces, me siento triste por la impotencia de no poder hacer gran cosa para despertar a tanto inconsciente. Por la impotencia de saber reconocer mis propios límites, la escasez de mis conocimientos y mi ardiente deseo de que las cosas cambiaran, que fueran de otra manera.
Así, quizás, no vería tanta desilusión en los jóvenes, tanta despreocupación, tanta violencia absurda, tanto dolor infringido sin sentido. De tantas guerras que comienzan en el interior de cada uno de nosotros.  Porque siento en el alma, en el corazón, en ese vacío que me crea todo esto, ese cambio catastrófico de nuestra sociedad, cada vez más alejada de la esencia del ser humano.
Y quiero seguir creyendo que esto tiene remedio. Quiero que el mundo comience a cambiar y cada uno, individualmente, despierte finalmente y podamos cambiar el rumbo que llevamos al desastre.
Quiero creer que un cambio es posible y que ese cambio ha de venir de mí mismo, de cada ser humano de manera individual. No hay ningún colectivo que pueda cambiar nada, ni naciones, ni organismos, ni religiones ni nada. Solo uno mismo puede hacerlo.

La pregunta es: ¿Queremos hacerlo?