domingo, 10 de marzo de 2013

Comuniones y festivales


Todos los años por esta época, suelen venirme bastantes padres a comentarme que sus hijos, estudiantes infantiles de la escuela, van a faltar una serie de días u horas a las clases porque están asistiendo a las clases de catequesis. En un principio esto es algo socialmente bien visto y normal, pero para mi es algo que está haciéndome reflexionar una vez más sobre la cada vez más profunda incoherencia de la gente.

      Vaya por delante mi más profundo respeto hacia las creencias religiosas –si se le puede llamar así- de cada cuál, en lo que no tengo nada que objetar, por supuesto. Pero hay situaciones que, al tratarse de alumnos de la escuela, llegan a afectarme en la medida en que una vez más, nos sentimos infravalorados en nuestras enseñanzas. Todo parece que está antes que las clases, antes que el aprendizaje de unos valores que tratamos de enseñarles a los peques a través de la disciplina marcial y la ética. En ningún momento a los niños se les inculcan ideas o nociones budistas, pues no es ese nuestro objetivo, si bien nuestra filosofía está basada en esta corriente de pensamiento filosófico y religioso. Pero separemos las cosas…

      Parece ser que se les obliga a los niños –y a algunos padres- a seguir la línea de pensamiento aparentemente mayoritaria de la comunidad, porque muchas veces, -y esto me parece incluso inconstitucional- se ejerce una sutil presión para que los niños asistan a las mal denominadas clases de religión. Esto me parecería correcto si de verdad se enseñara la historia de las religiones, en plural. Y no las ideas de una en concreto, la católica, como una imposición. ¿No somos acaso un estado laico y aconfesional? ¿Dónde está pues esa supuesta libertad de pensamiento o de credo?

      Esto que comento lo hago como persona, sin identificarme con  ninguna etiqueta social. Y lo hago como una reflexión en voz alta, pese que a muchos les pueda molestar. A estos les invito a debatir y a convencerme de que tienen la verdad o la razón absoluta. Cuando hablo del tema de los niños que se pasan casi dos años en catequesis, esperando el ansiado día de hacer la comunión, me estoy refiriendo a toda la parafernalia que hay detrás de esta celebración cristiana, que cada vez me lo parece menos.

      Primero y en cuanto al sentido profundo que tiene este acto en el ámbito de la iglesia católica, creo que está planteado desde una situación de ‘indefensión y desconocimiento’ real de lo que significa su celebración. Al igual que en el bautismo, donde al interesado nadie le puede preguntar si elige o no ser bautizado, la comunión cumple la premisa de adjudicar unas creencias a alguien que no las puede comprender en absoluto. Esto es así incluso con los dos años de adoctrinamiento que se les somete a los niños. Nadie quiere tomarse la molestia en averiguar el porque éstos ‘actos sacramentales de fe’ se realizan a tan corta edad, cuando en las propias escrituras católicas se expone algo distinto. Pero esta idea fue cambiada por que, en cuanto dejaran que la gente eligiera por propia voluntad y con conocimiento la religión que querían profesar, perderían muchos, muchísimos fieles. Y señores, eso significa un montón de subvención menos para el estamento de la iglesia católica. Entonces no tendría la posibilidad de decir “tenemos tantos millones de fieles”, que es lo que a muchos dirigentes religiosos les interesa, independientemente de la religión que representen. Es cuestión de lucha de poder entre unas y otras…

      Reconozcamos que muchos, un porcentaje muy elevado –dicho por las mismas autoridades eclesiásticas- hacen de la comunión un acto puramente social, donde lo religioso queda relegado a un plano muy secundario, casi de puro trámite. Y esto es así, mal que le pese reconocer a mucha gente; Curiosamente los que luego se gastan una barbaridad de dinero en vestidos, convites y zarandajas, para que su niño/a sea el centro de atención del día señalado. Les veo disfrazar a sus niñas de novias o casi princesas y a los niños de almirante o gran capitán. Y eso que estamos en medio de una tremenda crisis económica. Gentes que, en algunos casos que he conocido de primera mano, se han endeudado hasta las cejas para que la fiesta fuera por todo lo alto.

      Se celebra una fiesta, festejando algo que, en el fondo ni conocen en profundidad, ni practican en serio. El desconocimiento o la indiferencia suele ser muy acentuada en estos casos. Porque estas personas que se engalanan tanto y se ‘rompen el pecho’ por celebrar esta fiesta, curiosamente casi nunca van a misa ni participan en otros actos litúrgicos de su congregación. Desconocen incluso las bases de sus creencias. Son cristianos porque les bautizaron y poco más. La comunión se ha convertido en una fiesta social, en una completa incoherencia. Son muy pocos los que entienden y realizan esta ceremonia con verdadera devoción y fe, con humildad y sin necesidad de sumergirse una vez más en el materialismo más absoluto.

      Por todo este planteamiento pienso que la ceremonia de la comunión deberían hacerla cuando tuvieran mayoría de edad, con pleno conocimiento de causa y por libre elección. Que elijan ellos ser católicos, evangelistas, testigos de Jehová, musulmanes, hippis o budistas…

      Mientras, los niños pierden horas y días de una formación que de verdad les aporta algo coherente en el ámbito de los valores humanos; humildad, respeto, disciplina y paciencia, por nombrar algunos. Rompen su ritmo de aprendizaje y muchas veces se estancan en su evolución como deportistas. Eso por no nombrar el que muchos no puedan asistir a competiciones, cursos y exhibiciones de la escuela. Y todo porque sus progenitores han decidido seguir una tendencia social, sin preguntarse realmente si eso es algo que beneficia al niño o no. Solo siguen la tradición porque si. Siguen la sombra de una ilusión… ¡Qué lástima!

No hay comentarios: