Todos los años por esta época, suelen venirme
bastantes padres a comentarme que sus hijos, estudiantes infantiles de la
escuela, van a faltar una serie de días u horas a las clases porque están asistiendo
a las clases de catequesis. En un principio esto es algo socialmente bien visto
y normal, pero para mi es algo que está haciéndome reflexionar una vez más
sobre la cada vez más profunda incoherencia de la gente.
Vaya por
delante mi más profundo respeto hacia las creencias religiosas –si se le puede
llamar así- de cada cuál, en lo que no tengo nada que objetar, por supuesto. Pero
hay situaciones que, al tratarse de alumnos de la escuela, llegan a afectarme
en la medida en que una vez más, nos sentimos infravalorados en nuestras
enseñanzas. Todo parece que está antes que las clases, antes que el aprendizaje
de unos valores que tratamos de enseñarles a los peques a través de la
disciplina marcial y la ética. En ningún momento a los niños se les inculcan
ideas o nociones budistas, pues no es ese nuestro objetivo, si bien nuestra
filosofía está basada en esta corriente de pensamiento filosófico y religioso. Pero
separemos las cosas…
Parece ser
que se les obliga a los niños –y a algunos padres- a seguir la línea de pensamiento
aparentemente mayoritaria de la comunidad, porque muchas veces, -y esto me
parece incluso inconstitucional- se ejerce una sutil presión para que los niños
asistan a las mal denominadas clases de religión. Esto me parecería correcto si
de verdad se enseñara la historia de las religiones, en plural. Y no las ideas
de una en concreto, la católica, como una imposición. ¿No somos acaso un estado
laico y aconfesional? ¿Dónde está pues esa supuesta libertad de pensamiento o
de credo?
Esto que
comento lo hago como persona, sin identificarme con ninguna etiqueta social. Y lo hago como una
reflexión en voz alta, pese que a muchos les pueda molestar. A estos les invito
a debatir y a convencerme de que tienen la verdad o la razón absoluta. Cuando hablo
del tema de los niños que se pasan casi dos años en catequesis, esperando el
ansiado día de hacer la comunión, me estoy refiriendo a toda la parafernalia
que hay detrás de esta celebración cristiana, que cada vez me lo parece menos.
Primero y
en cuanto al sentido profundo que tiene este acto en el ámbito de la iglesia
católica, creo que está planteado desde una situación de ‘indefensión y
desconocimiento’ real de lo que significa su celebración. Al igual que en el
bautismo, donde al interesado nadie le puede preguntar si elige o no ser
bautizado, la comunión cumple la premisa de adjudicar unas creencias a alguien
que no las puede comprender en absoluto. Esto es así incluso con los dos años
de adoctrinamiento que se les somete a los niños. Nadie quiere tomarse la
molestia en averiguar el porque éstos ‘actos sacramentales de fe’ se realizan a
tan corta edad, cuando en las propias escrituras católicas se expone algo
distinto. Pero esta idea fue cambiada por que, en cuanto dejaran que la gente
eligiera por propia voluntad y con conocimiento la religión que querían
profesar, perderían muchos, muchísimos fieles. Y señores, eso significa un montón
de subvención menos para el estamento de la iglesia católica. Entonces no tendría
la posibilidad de decir “tenemos tantos millones de fieles”, que es lo que a
muchos dirigentes religiosos les interesa, independientemente de la religión
que representen. Es cuestión de lucha de poder entre unas y otras…
Reconozcamos
que muchos, un porcentaje muy elevado –dicho por las mismas autoridades eclesiásticas-
hacen de la comunión un acto puramente social, donde lo religioso queda
relegado a un plano muy secundario, casi de puro trámite. Y esto es así, mal
que le pese reconocer a mucha gente; Curiosamente los que luego se gastan una
barbaridad de dinero en vestidos, convites y zarandajas, para que su niño/a sea
el centro de atención del día señalado. Les veo disfrazar a sus niñas de novias
o casi princesas y a los niños de almirante o gran capitán. Y eso que estamos
en medio de una tremenda crisis económica. Gentes que, en algunos casos que he
conocido de primera mano, se han endeudado hasta las cejas para que la fiesta
fuera por todo lo alto.
Se celebra
una fiesta, festejando algo que, en el fondo ni conocen en profundidad, ni
practican en serio. El desconocimiento o la indiferencia suele ser muy
acentuada en estos casos. Porque estas personas que se engalanan tanto y se ‘rompen
el pecho’ por celebrar esta fiesta, curiosamente casi nunca van a misa ni
participan en otros actos litúrgicos de su congregación. Desconocen incluso las
bases de sus creencias. Son cristianos porque les bautizaron y poco más. La comunión
se ha convertido en una fiesta social, en una completa incoherencia. Son muy
pocos los que entienden y realizan esta ceremonia con verdadera devoción y fe,
con humildad y sin necesidad de sumergirse una vez más en el materialismo más
absoluto.
Por todo
este planteamiento pienso que la ceremonia de la comunión deberían hacerla
cuando tuvieran mayoría de edad, con pleno conocimiento de causa y por libre
elección. Que elijan ellos ser católicos, evangelistas, testigos de Jehová,
musulmanes, hippis o budistas…
Mientras,
los niños pierden horas y días de una formación que de verdad les aporta algo
coherente en el ámbito de los valores humanos; humildad, respeto, disciplina y
paciencia, por nombrar algunos. Rompen su ritmo de aprendizaje y muchas veces
se estancan en su evolución como deportistas. Eso por no nombrar el que muchos
no puedan asistir a competiciones, cursos y exhibiciones de la escuela. Y todo
porque sus progenitores han decidido seguir una tendencia social, sin
preguntarse realmente si eso es algo que beneficia al niño o no. Solo siguen la
tradición porque si. Siguen la sombra de una ilusión… ¡Qué lástima!
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