Llevo muchos años en el camino budista, algo así como
veintidós, siempre aprendiendo, tratando de aplicar lo aprendido a lo
cotidiano. Aspectos como la compasión, el amor, el respeto, la conciencia, la
humildad y coherencia, siempre han sido herramientas para trabajar mi carácter,
mi personalidad y tratar de crecer como ser humano, dentro del ideal del
Bodhisattva que profeso desde hace esos años.
No siempre
ha sido fácil tratar de vivir con los parámetros que la filosofía budista te
propone. Siempre me he encontrado los condicionantes socioculturales que nos
fueron impuestos, a veces soslayadamente desde las creencias católicas en las
que me educaron desde pequeño. Eso condiciona nuestra manera de pensar, de ver
las cosas. Es como un filtro invisible a los ojos y los sentidos, pero que en
muchas ocasiones, te aprisiona en un oscuro manto el pensamiento.
Pero aún
así, he tratado siempre, con mayor o menor suerte, de aplicar esos conceptos a
mi vida, en todos los ámbitos posibles. Y eso, en algunas ocasiones me ha
llevado a la desilusión, a sentirme desesperado, incluso incomprendido e
impotente. Supuso a veces, un paso atrás en mi evolución espiritual, pero
siendo consciente de ello, lo que no sé si es aún más doloroso.
El caso es
que en estos últimos días, el concepto de compasión me resulta muy difícil de
aplicar cuando veo ciertos desastres causados por el hombre. Me indigna, me
produce mucha rabia, pero sobretodo me sobrecoge una profunda tristeza ver como
se queman nuestros bosques por la mano del hombre. Ver cómo se destruye
inconscientemente tantísima vida. Ver la naturaleza muerta, con todo lo que eso
implica, me produce una profunda desolación. Y debería saber aplicar ahí, la
idea de la compasión hacia aquellos que hacen tanto daño, de manera gratuita.
Pero no me sale. Se ve que tengo aún mucho que aprender.
No puedo
evitar sobrecogerme, que me duela en el alma, que unos desgraciados torturen y
maten un pobre perrito indefenso, solo por el placer de ver sufrir. No lo
entiendo o no lo quiero entender.
Me llega al
alma el llanto de un niño en medio de un bombardeo en una guerra absurda -
todas lo son -, o ver a las madres desesperadas por proteger a sus hijos.
Me duele la
mirada perdida de miles de inmigrantes que cruzan los mares en busca de un
sueño ilusorio. Un sueño que muchas veces, demasiadas, acaba ahogado incluso
antes de llegar a tocar tierras.
No sé dónde
encajar la frustración y el dolor por la indefensión de tantos seres inocentes que
pierden la vida.
Recuerdo
entonces las charlas con mi maestro Yan Ao, allí en Shaolin. Me decía
que el verdadero campo de acción, de experimentación era la vida misma. Allá
donde viviera en mi sociedad. Ese era el camino de dificultad; El camino que de
verdad pondría en valor mis conocimientos y mi nivel espiritual. Porque allí,
en la montaña, en ese entorno tan especial de paz, era fácil. Allí se podía aprender,
sí. Y para eso estaba yo allí, para aprender. Pero luego uno ha de poner en
práctica lo aprendido. La vida es preciosa, pero discurre por miles de
circunstancias diversas, unas gratas y otras en absoluto. El sufrimiento que
experimentamos con los hechos que nos ocurren, puede servir para aprender o
simplemente para sufrir, sin más. La elección es siempre nuestra. Pero sea como
sea, esas adversidades de la vida te aportan conocimiento y cierta sabiduría. Te
hacen fuerte, aunque paradójicamente sea a costa de sufrir.
Entiendo
que estas cosas que pasan en nuestra sociedad, la crueldad y lo despiadado del
ser humano, son algunas pruebas a superar. Pero he de encontrar aun los
mecanismos que me permitan observarlo y no sentir esa rabia y tristeza. Porque
la pasividad no es ni mucho menos la solución. No por algo, mi maestro me
recordaba que era un “Monje guerrero”, que en estos tiempos modernos no se
dedica a la guerra ni la lucha física, sino a colaborar activamente en la
solución de problemas, sean de la índole que sean. Ese es el sentido profundo y
real de ser un Monje Guerrero.
La indiferencia
no es una opción factible para mí. Intentaré siempre formar parte de las
soluciones de los problemas, aunque eso, en muchas ocasiones, me cause precisamente
más problemas a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario