En
alguna ocasión me he encontrado con personas que, perdidas en sus creencias
religiosas y su fe, se han acercado al budismo, buscando respuestas. Pero lo
han hecho bajo el prisma de la manera de comprender las cosas que les venía del
cristianismo, y así, hacían una interpretación errónea de las enseñanzas
budistas. No fueron capaces de deshacerse de esa manera de interpretar las
cosas y así, no había forma de hacerles comprender el sentido de lo que querían
aprender. Su modelo hermético de pensamiento no les permitía ver con ojos
nuevos lo que tenían delante y así seguían inmersos en esa frustración de la
búsqueda inútil. Abandonaban buscando cualquier excusa, o bien seguían una
práctica sesgada y errónea que no produce obviamente resultados positivos. Eso,
a su vez conduce a una interpretación personalizada y ‘a la carta’ de las
enseñanzas filosóficas no herméticas ni dogmáticas (estas son más simples de
asumir), y así nacen corrientes de religiones que acaban siendo sectarias. Son
segmentos o escisiones de formas o sistemas religiosos que podrían ser
perfectamente útiles, pero a los que hemos desposeído de su valor intrínseco,
de lo verdaderamente importante: su contenido de fondo.
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