domingo, 2 de marzo de 2014

Tecnologías y emociones


1.      Existe la errónea creencia de que la moderna tecnología aporta más información, conocimiento y sabiduría. Quizás las dos primeras cosas si, pero la sabiduría requiere de práctica, de tener un bagaje de comprensión, intuición, sintetización y capacidad de análisis, que esos conocimientos no te aportan.
2.      Sobre todo porque la sabiduría, la profunda cognición de uno mismo y sus circunstancias, requiere de un proceso largo en el tiempo; Un tiempo que parece ya no disponemos, pues las nuevas tecnologías exigen un uso rápido e inmediato de las mismas, sin que dé realmente tiempo siquiera a asimilarlas correctamente.
3.      Es muy negativo pensar que la promesa de la tecnología de que hará más inteligentes a nuestros hijos es cierta e inevitable. Ese acceso a la información sin límites, no les enseñará a sintetizar ni analizar nada, ni les mostrará cómo encauzar sus emociones surgidas de esas experiencias. Estaremos creando seres humanos que solo responden a los estímulos sensoriales, con respuestas casi aprendidas por imitación, pero que nada sabrán sobre gestionar mejor sus emociones.
4.      En realidad, desde la inconsciencia estamos creando tremendas dependencias en esos seres, que necesitarán cada vez más de lo externo, lo material, para sentirse identificados con una identidad, una ‘forma’, también creada ficticiamente desde fuera. ¿En quienes o en que los convertimos en realidad?
5.      Se están promulgando las ideas de que el acceso a todo este mundo informatizado es imprescindible e inevitable, incluso acercándolas a las escuelas y al sistema de enseñanza. Así, el presupuesto para informatizar la enseñanza pública se ha disparado, mientras que otras áreas, como la ética o la enseñanza de valores sociales  pierden valor educativo. Los presupuestos para expresiones artísticas, como la música, el deporte o las bellas artes han sido drásticamente reducidos, cuando no eliminados directamente.
6.      Cada día hay más indicios de que muchos sufrimos de sobrecarga de información, de que estamos siendo saturados de ella. Esto nos abruma de sobremanera, y nos aparta de las capacidades de introspección, que son las que, en definitiva, nos ayudan a relacionarnos con todo lo exterior. A comprender y encauzar mejor todos esos estímulos surgidos desde las experiencias de las circunstancias de la vida.
7.      Realmente no sabemos muy bien ‘qué hacer’ con tanta información que nos llega desde los cinco sentidos. Y eso provoca una continua y errónea interpretación de la realidad, en la que nos vemos atrapados y a la que respondemos también equivocadamente en el mejor de los casos.
8.      Las emociones que surgen de los pensamientos, se encuentran de pronto con situaciones externas que están muchas veces, desfasadas en el tiempo. Y surge la frustración, la cólera, la ira, el miedo a no saber responder a las expectativas creadas por nosotros mismos en nuestra errónea interpretación de la realidad, una realidad a la que reaccionamos a destiempo.

9.      Esto genera una sensación de que todo va cada vez más rápido, de que todo está acelerado. Y esto no nos permite reflexionar sobre nada, sin el temor a quedarnos atrás en la vorágine social.

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