martes, 26 de mayo de 2015

Viajando en tren…
Apenas son las 4 de la tarde, pero el cielo está completamente gris y parece que la noche se haya adelantado unas horas. Viajo en un tren con destino Xi’an, en China y está lloviendo fuera. El paisaje se torna algo monótono y el trayecto de seis horas se me antoja bastante largo, a pesar de que ya lo he hecho en varias ocasiones. Curiosamente apenas hay nadie en el vagón, un enorme tren turístico que habitualmente va lleno de viajeros. Es de dos plantas. En la de arriba, donde viaja el resto del grupo que me acompaña, hay más ajetreo. En la parte de abajo, va casi vacío…
Necesitaba reflexionar, estar solo y pensar acerca de algunas circunstancias que rondaban mi mente y corazón y que me sumían en cierto desasosiego. Me sentía extrañamente triste y tranquilo a la vez, igual que el tiempo, lluvioso y algo tedioso, perfecto para que la bruma de la melancolía se apoderara de mis pensamientos en algunos momentos.
Observaba como las gotas de agua resbalaban sobre el cristal de la ventana, uniéndose a otras gotas solitarias, formando pequeños regueros que raudos atravesaban la superficie hasta perderse en los invisibles contornos del marco.
Así éramos todos nosotros, como pequeñas gotas de agua resbalando por el cristal de la vida, uniéndonos ocasionalmente a otras gotas y desapareciendo finalmente en el confín de alguna circunstancia. Todo era efímero, pero hermoso, con elegancia, con algo de mágico. Solo había que observar…dejar la mente vagar entre la observación de los movimientos del agua y el fondo del paisaje en continuo cambio, con la banda sonora del ligero traqueteo del tren como melodía.
Muchas cosas surgieron de mi mente, de ese estado extraño de reflexión, absorto en el paisaje de las gotas de agua. De alguna manera, me sentía parte de ese paisaje, de cada gota de agua en el cristal…
Mis pensamientos se perdían una y otra vez, y volvían a reunirse con mis sentimientos y las consecuentes emociones que producían esos encuentros. A pesar de esa lluvia interna, me sentía tranquilo, sereno, con cierta paz.
Llevaba semanas tratando de comprender y asimilar de alguna manera coherente los sentimientos que habían surgido en mi corazón. El amor me había hecho perderme en un laberinto luminoso que me había cegado por completo y del que no sabía cómo salir. En realidad no sabía si quería realmente salir. En esos procesos de lucha interna, de cierta confrontación entre la mente racional y los sentimientos del corazón, el equilibrio estaba roto o más bien era como una balanza; Había momentos en que una parte parecía tomar la iniciativa, luego otro… pero nada; Todo era un mero proceso interno, un conflicto que debía dejar que se resolviera. Creo que en algún momento decidí que debía convertirme en mero observador de mi mismo, de todo ese proceso interno. Quizás no era necesaria ninguna resolución, solo comprender y esperar.
Las acciones del pasado, erróneas o no, habían producido sus efectos, que ahora estaba experimentando…Esta realidad en la que me encontraba inmerso ahora no era más que el fruto de mis acciones del pasado más inmediato, y las asumía plenamente. El problema era como encajar todo esto en mi entorno social. El problema, si es que lo era, era yo mismo… y buscaba respuestas en el único lugar que podría encontrarlas, en mi propio interior…

Y las gotas de agua, resbalando por el cristal, no eran sino meros vehículos que me conducían a esa otra vasta dimensión de mi corazón y mi mente…

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