Cómo tratar con el miedo
Según
el budismo, existe un miedo impropio y un miedo apropiado.
Por
ejemplo, cuando tenemos miedo a algo que no puede perjudicarnos, como una
araña, o que no podemos evitar, como el envejecimiento, las enfermedades o
tener un accidente, nuestro miedo es impropio, puesto que sólo sirve para
deprimirnos y paralizarnos.
Por
el contrario, cuando alguien abandona el tabaco porque tiene miedo de contraer
cáncer de pulmón, este miedo es apropiado porque está basado en un peligro real
y se pueden tomar medidas para evitarlo.
Por
lo general, tenemos innumerables miedos: miedo al terrorismo, a la muerte, a
separarnos de nuestros seres queridos, al compromiso, al fracaso, al rechazo, a
perder nuestro trabajo, etcétera. La lista sería interminable.
La
mayoría de nuestros miedos tienen su raíz en lo que Buda llama engaños,
es decir, maneras distorsionadas de percibirnos a nosotros mismos y al mundo
que nos rodea. Si aprendemos a controlar nuestra mente y a reducir y finalmente
eliminar estos engaños, acabaremos con el origen de todos nuestros miedos,
tanto impropios como apropiados.
Sin
embargo, de momento necesitamos el miedo apropiado que surge de tomar
consciencia de nuestra situación para poder cambiarla. Por ejemplo, no tiene
sentido asustar a un fumador con que va a morir de cáncer de pulmón a menos que
haya algo que pueda hacer al respecto, en este caso, dejar de fumar.
Si
un fumador tiene suficiente miedo a morir de cáncer de pulmón, tomará las
medidas necesarias para abandonar el tabaco. Sin embargo, si prefiere ignorar
este riesgo, continuará creando las causas para sufrir en el futuro, negará el
problema y no tendrá control.
Al
igual que un fumador está expuesto a contraer un cáncer de pulmón debido al
tabaco, nosotros también estamos expuestos al dolor, al envejecimiento, a las
enfermedades y a la muerte debido a que estamos atrapados en el samsara, que no
es más que el reflejo de nuestra propia mente incontrolada.
Estamos
expuestos al dolor físico y mental que surge de una mente perturbada por los
engaños del odio, el apego y la ignorancia. Podemos elegir negarlo y, por lo
tanto, carecer de control, o podemos reconocer el peligro y buscar una manera
de evitarlo eliminando las verdaderas causas del miedo (el equivalente al
tabaco): los engaños y las acciones perjudiciales motivadas por ellos. De este
modo, tendremos control y no habrá motivos para tener miedo.
Por
lo tanto, un miedo moderado a nuestros engaños y al sufrimiento que producen es
apropiado porque sirve para animarnos a realizar acciones virtuosas y evitar el
verdadero peligro. En realidad, sólo necesitamos el miedo como impulso hasta
que hayamos eliminado las causas de nuestra vulnerabilidad encontrando un
refugio espiritual y adiestrando nuestra mente de manera gradual.
Después,
dejaremos de tener miedo porque ya no habrá nada que pueda perjudicarnos, como
le ocurre a un Destructor del Enemigo (aquel que ha alcanzado la liberación y
ha derrotado al enemigo de los engaños) o a un Buda (un ser completamente
iluminado).
Todas
las enseñanzas de Buda son métodos para superar los engaños, el origen de todos
los miedos.
Clases de miedo
Existen
dos clases de miedo: el impropio y el apropiado. También se puede dividir en
miedo a lo inevitable y a lo evitable.
La
clave para tratar con el miedo es analizar qué clase de miedo tenemos y
transformar los miedos impropios a lo que no podemos cambiar en miedos
apropiados a lo que sí podemos cambiar. Entonces, debemos utilizar estos últimos
como motivación para refugiarnos en las Tres Joyas y evitar las dificultades, e
incluso finalmente lo que en este momento parece inevitable, como las
enfermedades, el envejecimiento y la muerte.
Es
necesario que nos preguntemos a qué tenemos miedo. Por ejemplo, ¿tenemos miedo
a ponernos enfermos? Puesto que en la actualidad no podemos elegir nuestro
estado de salud, este miedo no es constructivo. Sería más apropiado tener miedo
al renacimiento contaminado y a los cuatro ríos del nacimiento, el envejecimiento,
las enfermedades y la muerte, causados por los engaños.
Este
miedo es constructivo y se llama renuncia, el deseo de escapar para
siempre de los sufrimientos del samsara, incluidas las enfermedades. Con esta
motivación es posible conseguirlo.
También
es posible que tengamos miedo a la muerte. De nuevo, puesto que esta es
inevitable, este miedo no es constructivo y nos conducirá a actitudes erróneas,
como negar su existencia o tener la sensación de que nuestra vida carece de
sentido.
Sin
embargo, aunque vayamos a morir, no tenemos por qué hacerlo con una mente
incontrolada. Por lo tanto, es mejor transformar nuestro miedo a morir en miedo
a hacerlo con una mente incontrolada, puesto que de este modo podremos
prepararnos para una muerte apacible.
O
quizá tengamos miedo al rechazo. De nuevo, ¿de dónde procede en realidad este
miedo? Probablemente se trata de miedo a no agradar a los demás. ¿Qué podemos
hacer al respecto? Podemos cambiar nuestra manera de pensar y estimarlos. Esto
está dentro de nuestras posibilidades.
Nuestro
miedo al compromiso o a quedar atrapados sin poder dar marcha atrás también se
puede transformar en temor constructivo reconociendo que lo que en realidad nos
atrapa es nuestra propia mente.
El
miedo apropiado surge al reconocer que todavía no nos hemos comprometido a
escapar del samsara y nos anima a tomar la determinación de hacerlo.
En
resumen, no podemos controlar el devenir de los acontecimientos, pero podemos
aprender a controlar nuestra mente, actitud y conducta, y de este modo liberarnos
de manera gradual de todos los miedos.
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