domingo, 26 de mayo de 2013

Reflexiones...



China – 2005

 Reflexiones recogidas durante uno de mis viajes a la montaña de Songshan, para estudiar con los monjes ermitaños...


Interpretamos constantemente un papel, un rol de algo o de alguien. No somos íntegros en nuestras acciones, emociones y sentimientos. Mostramos solo una parte fragmentada de nosotros  mismos, y raramente abandonamos nuestros papeles.
Esa fragmentación de nuestro ser conduce hacia estados de infelicidad, porque no podemos percibirnos con claridad. Aun así, seguimos pensando que somos una identidad concreta.
Pero mientras no consigamos unir en armonía todas nuestras partes y cualidades, no podremos considerarnos un ser completo, en paz y lleno de compasión y felicidad.

De esta manera, nunca estamos presentes en el ahora, dejando nuestro espacio interior vacío, vulnerable, para que las energías y emociones ajenas nos invadan.
En nuestra inconsciencia, nos alegramos del sufrimiento y las desgracias ajenas. Parece que así, ilusoriamente, mitigamos en parte nuestro propio sufrimiento.
Así casi vivimos más las vidas ajenas, que la nuestra propia. Sufrimos lo ajeno y hacemos nuestra la infelicidad que nos viene. Vivimos casi de prestado, alejándonos cada vez más de nuestra esencia, de la fuente de nuestro sufrimiento, y por lo tanto, de la posibilidad de hacer algo para cambiar.

Nunca logramos ser de verdad quien somos realmente, e interpretamos situaciones, gestos y emociones que ni siquiera son nuestras, pues pertenecen a la irrealidad.

Muy pocas veces somos conscientes de lo que pensamos o decimos realmente. Estos pensamientos suelen surgir de nuestra mente racional, sin conexión alguna con el corazón.
Solemos decir que somos o nos comportamos como ‘seres irracionales’, cuando en realidad lo que decimos es que somos seres inconexos en nuestra propia identidad. Un animal no es racional, pero usa de manera adecuada sus instintos naturales y sus emociones. Nosotros tenemos esa misma cualidad, además del intelecto, que nos sirve para comprender lo que hacemos, y la conciencia, para saber porqué lo hacemos, pero no actuamos desde la unidad de todo nuestro ser.
 
Así, en muchos casos, nuestras vidas se van asentando sobre moldes previsibles, mientras que no hacemos otra cosa que contemplar con tristeza nuestros sueños rotos o vacíos.
Porque, en último término, la vida es todo aquello que nos va sucediendo, mientras nos empeñamos en hacer planes de otras cosas....
Pretendemos estructurar todas las parcelas de la vida, sin darnos cuenta que nada sale luego como lo hemos planeado, pues intervienen tantos factores externos – e internos propios – que lo hacen imprevisible.
Cuando planeamos algo así, interviene el intelecto, pero luego vivimos con las emociones y este intelecto que lo planea todo, solo nos servirá para comprender lo que está sucediendo.
Es como querer encauzar un río; todo estará más o menos controlado, hasta que surjan lluvias torrenciales y desbordamientos, que harán que el río tome su propio rumbo y dirección, lo cual será poco previsible. No podremos controlar por donde fluye el agua ni el nuevo cauce.
En la vida sucede lo mismo...

Quizás en algún momento comprendamos que somos nosotros los creadores de nuestra realidad, de la realidad que nos rodea. Pero debemos también comprender que debemos asumir las consecuencias de nuestras acciones y pensamientos, pues los hemos creado nosotros mismos.
A nivel molecular o celular, es importante la información que percibamos del exterior, de cómo la interpretemos, para crear un estado de salud –incluso mental- sano. Nuestras creencias, muchas veces inducidas subliminalmente en nuestras mentes, son como filtros que clasifican esa información del exterior y eso es el condicionante de cómo reaccionamos en nuestra comprensión de la vida.
Si nuestro organismo –hablo siempre a nivel molecular- recibe continuamente estímulos o experiencias externas negativas, o al menos así queremos procesar esa información, ese organismo acabará enfermando. Si, en cambio procuramos transformar toda esa información en algo positivo, la interpretación que hará el organismo será algo también positivo.
Es por ello que los maestros me insisten en que debo poner más alegría en mi vida. Es por ello que el budismo reconoce que la atención plena y una actitud meditativa, conducen a un estado del ser más equilibrado, más en sintonía con la naturaleza y con el presente.
Deberíamos cambiar mucho nuestros paradigmas vitales, que creo erróneos en muchos sentidos y replantearnos las respuestas a las eternas preguntas que todos nos hemos hecho tantas veces. ¿De dónde venimos?... ¿A dónde vamos?... ¿Y que hacemos aquí?...
Desde mucho tiempo atrás se nos han ido inculcando unas respuestas erróneas desde muchas corrientes de pensamiento, instituciones religiosas e incluso desde estamentos científicos, que no conducen a comprender al ser humano como algo holístico, sino que pretende dividirnos.

Y eso es lo que tenemos en nuestra sociedad actual, un modelo de pensamiento alineante y materialista que nos llevará en poco al fracaso más absoluto como seres humanos.

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